Ipuche, Pedro Leandro
Alas nuevas
PEDRO LEANDRO IPUCHE
^ ALAS NUEVAS
VIONTEVIDEO - 1»22
PEDRO LEANDRO IPUCHE
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ALAS NUEVAS
MONTEVIDEO — 1922
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IMPRENTA RENACIMIENTO
25 DE MAYO, 483
y esta es la hora de cantar en serio.
Vida, naturaleza, hombre, misterio.
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University of Toronto
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LOS CARREROS
1
Y por los quietos caminos
Vienen los carreros.
Displicentes, y fuertes, y cetrinos,
Misteriosos y fieros.
Vienen los carreros.
Tarareando sus lentos estilos,
Y aguijando los bueyes mañeros
De belfos babosos y pasos tranquilos.
Las carretas gemebundas
De ásperos varales y toldos curtidos
Estiran dos franjas largas y errabundas
Con sus ruedas de ejes rayados de ruidos.
Pendulea el muchacho,
Y el perro sombrío viene a la culata
8 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Torpe y borracho
Por el sol de Enero
Que desata
Sus llamas de plata.
II
Vienen los carreros.
Con la lanza de paz de la picana
Flexible sobre el hombro :
Con la pierna cruzada
Sobre la cruz paciente del caballo ;
Y tocando en los lomos manchados
Con el clavo feudal de la tacuara
La yunta de los bueyes delanteros.
Los macizos cuarteros,
Y los fuertes y gordos pertigueros.
III
¡ Tira güey !
¡ Pertiguero, gücy I
i Barcino, güey !
¡ Delantero, güey !
Vienen los carreros.
Ásperos del polvo volador del campo,
ALAS NUEVAS
Abochornados por el sol abierto
Que se lanza a los campos totalmente.
Visten el liso chiripá, sujeto
Por el brazo apretado del cinto :
Calzan crueles tamangos de tientos,
Y bajo el sombrero caen las cuatro puntas
Del pañuelo listado de colores
Que los defiende del fuego del aire.
IV
¡Oh, sencillos amigos de brazos quemados,
De barbas criollas.
V de ojos hechos a entender el día,
Y hechos a ver las noches hasta el fondo:
Carreros ocres de la tierra mía !
Vosotros fuisteis los primeros,
Taciturnos carreros.
Que enseñaron a andar al terruño :
Cuando mi raza, ensangrentada y triste,
Se dio al trabajo, y pudo desdoblarse
Al trajín primitivo del comercio.
Vuestras carretas
Abrieron y anudaron los caminos,
10 PEDRO LH ANDRÓ IPUCHE
De poblado a poblado,
Con la paciencia terca que su andar alargaba.
Cruzando el pajonal alto y revuelto,
Y el río oscuro de ramaje suelto
Que — arcano y desolado — se estiraba.
Y cacheteados por los vientos todos,
Y castigados por las aguas todas,
Entrabais a I03 pueblos primerizos
Con un esmalte serio
De lo desconocido
Ante la gente crédula, encerrada
En la línea apacible del lugar.
V
Yo os he visto de niño, sufridos andariegos,
Pasar por las porteras, y entrar a los poblachos,
Suspendiendo la dulce soltura de mis juegos
Entre los talas grandes y los recios quebrachos.
I Con qué miedo os miraba venir del horizonte
Trayendo los prodigios de la ciudad ignota.
Yo, crecido entre pájaros, alborotando el monte,
Y avistando del árbol la vibración remota!
Para m'\ ergís augures, nigromantes, herméticos,
ALAS NUEVAS 1 1
Con vuestros rasgos bárbaros, terrosos y profélicos.
Venidos de! misterio para mi ingenua idea.
Yo os veía con raros temores avanzar
Entre las estridencias de la carreta fea :
Y hoy sé que por vosotros mi tierra empezó a andar.
VI
Se han detenido las carretas
En el ala del bosque oscuro y largo.
Ya desuncen sus bueyes los criollos ascetas.
Y preparan el agua ritual del mate amargo.
Y el sol seco del verano
Con sus bermejas picanas
Picanea la sombra hasta el llano.
Por la noche,
Sólo se ve de lejos la inquietud de la llama
Alzar un círculo sabático,
Y destacar al vivo
Las caras plácidas de los carreros.
I Los carreros !
Los primeros
Viajeros
12 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Pacíficos y fieros
Que a los caminos nuevos
Llevaron la andariega rudeza de un canlar
Ellos nos enseñaron a caminar bien lejos ;
Por ellos aprendimos a salir del lugar.
I Ah mis carreros viejos,
Ya os ha llegado el momento
Humano, de descansar !
ALAS NUEVAS 15
LOS POTROS
Y van saltando los potros, foscos, trémulos, crinudos,
Desplegando su energía en relinchos estridentes.
Hay un vaivén epiléptico en sus ojazos desnudos.
Y la amenaza siniestra del desgarrón en sus dientes.
I Ah, los potros de ancas duras y corvejones nervudos ;
Impetuosos, primitivos de lomos resplandecientes.
Donde el gaucho — ágil y audaz — entre gritos y saludos,
Hace un ángulo de ajuste con sus piernas resistentes !
Los potros abren en mí la curva de los impulsos,
Repercuten en mi cuerpo, hacen tremolar mis pulsos.
En un afán de banderas, de martillos y de lazos.
Son la fuerza — rauda y toda — y por eso me seducen,
Cuando siento el tamboreo de sus cascos que relucen
En un tropel aturdido de mordiscos y pechazos.
14 PEDRO LEANDRO IPUCHE
EL CANTOR CIEGO
II
Lleva enhebrada en las cuerdas de su guitarra tristona
La tradición lugareña de tragedias y aventuras ;
Tiene algo de varonil lo rauco de la bordona,
Y hay tres mujeres que ríen en las primas inseguras.
Es el aeda del pago que al gauchaje sugestiona :
Trashumante, ciego, augur, hace misteriosas curas.
Cuando extiende un episodio o un lance su voz temblona,
Pone en los rostros tostados la humedad de las ternuras.
Saltan y saltan por lo íntimo de su caja sexticorde
Tres cascabeles de víbora que hacen mágico el acorde.
Y en los acentos tumbales de su voz octogenaria
Hay relámpagos de lanzas y chispeos de facones.
Desafíos, domas, hierras, sortijas y pericones,
Y la llama del coraje y el temblor de la plegaria.
ALAS NUEVAS 13
LAS SORTIJAS
(1)
III
Por la luz festiva y ancha de este sol que abre la tarde,
Hay un júbilo sonoro y centellantes ginetes ;
Criollas que en los escaños muestran un triunfal alarde,
Cuando ven sus novios trémulos sobre el ardor de los fletes.
Allá, por los cabezales de un camino que blanquea,
El arco de mataojos luce la argolla probática,
Y un gaucho alígero cruza, y no ensarta la presea.
Y sofrena el redomón que es una furia acrobática.
¡ El número tres 1 — Y un gaucho, sacudido de emoción.
Siente que le arde en el pulso la audacia del corazón.
Aguija, y entre las chispas del polvo corre el cebruno :
Saca el palillo la argolla ; pero en la carrera loca,
Por un vértigo rijoso, el cebruno se desboca,
Y--¡a bolearlo 1-atropeIlándose, grita el paisanaje hombruno.
16 PED.<0 LEANDRO IPUCHE
( 2)
Y en un bordoneo sordo trazan sus círculos trágicos
Las boleadoras trenzadas, opresas por la manija ;
Y arrojadas de lo alto, como por tres dedos mágicos.
Atan de atrás al cebruno con la cincha a la verija.
Vuelve el ritmo de la fiesta. Puede seguir la sortija.
Y el gaucho que en el palillo encintado trae la argolla,
Recibe una caja hinchada de anillos. Y una criolla
Languidece, porque el gaucho en ella los ojos fija.
Se apea el criollo, y sereno, con la caja en una mano.
— Elija, prienda. — le dice, todo lírico y ufano.
Y en un resople metálico, van los caballos en que arde
«
El chapeado que se quiebra en fulgores y sonidos ;
Hasta que el sol. resbalando por los cerros conocidos.
Tira una raya de sangre a lo largo de la tarde.
ALAS NUEVAS it
MI B^ÑO
IV
Son las cinco de la larde. Cruza, enhebrando el ramaje,
Una brisa larga y fina con sus agujas sutiles.
Me desnudo retozando. Y una cosquilla salvaje
Me levanta — suelto y ágil — con mis ímpetus viriles.
Y en una arqueada flexible, mi cuerpo las líneas quiebra
Del agua que, bajo un ritmo sombrío, pasa, sonora.
Zambullo, me alzo, braceo, resbalo — todo culebra —
Y mis brazos se hacen hélices y mi cabeza una prora,
¡Cómo se interpora el agua en mi carne áspera y fuerte !
Una frescura absoluta hasta el alma se me vierte ;
Nado contra el correntaje, y jadeo triunfador :
Y apretando con mis dedos los raigones de la orilla,
Salto a la arena, y mi cuerpo — blando y tembloroso — brilla
Por un sol que cabrillea con sus chispas de color.
•a
16 PEDRO LKANDRO IPUCHE
LA PENCA
V
Hoy corren los seis caballos más ágiles y ligeros,
Y una yegua malacara de vivaces sacudidas.
Es el día de la penca : y hay carpas en los linderos
De la raya que se abre provocando las salidas.
Ya han variado los ginetes sus ávidos parejeros ;
Y a la señal de un pañuelo de curvas estremecidas,
Los siete equinos de un salto se estiran, rápidos, fieros,
Y cruza un jadeo cálido en las bocas encendidas.
— i Voy al bayo! - I Voy al morol — iVoy a la yegua, canejo!
Ronca, desprendiendo el cinto y preparándose un viejo.
— Ya esiá. — Se ajusta la apuesta. Y el polvoriento tronido
Es un vértigo a lo largo de la raya palpitante.
Y de golpe, un grito vasto: 'jLa yegua llegó adelante! »
Arranca una carcajada del gauchaje sorprendido.
ALAS NUEVAS \9
EL VIRARÓ
VI
Por el centro de la selvn abre sus brazos de abuelo,
Ásperos, torcidos, largos, como para recoger
La luz solaría y el aire y el agua viva del cielo,
Y tirarlos a sus árboles que empiezan a verdecer.
Tan alto es, de tal anchura, que, triunfal, sobrebosquea;
Y cuando el trueno redobla sobre los negros tambores
De las agrias tempestades, — tiembla, se estira, se arquea.
Y tapa toda su selva de los rayos hachadores.
Y ese arbolazo que, indemne de los rayos y huracanes,
Alza sus gajos terrosos en angustiados afanes,
Es mordido en una rama por una simiente fina
Que lo succiona y ahueca con un encono maldito.
Hasta que atado en sus cuerdas y en sus flores, raja un grito,
Y se quiebra — seco y trágico — sobre el bosque que rechina.
20 PEDKO LEANDRO IPUCHE
EL ÁRBOL SOLO
VII
(Para Carlos Sabaf Ercasty, que
ha sentido ianlo como yo el aban-
dono del árbol solo en las sierras.)
Hincando las uñazones de sus raíces amargas
Sobre la calvicie rota de un desventurado cerro.
El árbol solo se abre por sus ramazones largas
Pidiendo el pico de un pájaro para gritar su destierro.
Desde lejos se le ve en su abandono serrano,
Aquietado por el sol o alborotado de viento.
Poniendo su sombra al aire con la piedad de una mano,
O ahuecado como en copa, pálido, humano, sediento.
Árbol solo, ancho y paciente, cuerpo de la soledad.
Donde la oveja, cansada, refresca su sequedad:
Donde nunca trajo un nido el júbilo de unas alas:
Yo te he visto de a caballo, taciturno, y bermejado
Por el toque sanguinario de un sol que cae astillado
Entre los riscos filudos rayados de luces malas.
ALAS NUEVAS 21
LA MAJADA
VIII
Y sigue por el camino, eslremecido y sonante.
La majada, lenta y larga, plañidera y fraternal,
Con sus tres mil corderitos de lana crespa y flamante
Y diez perros ovejeros de ojo celoso y cordial.
Van quince gauchos al ritmo de su caballo sedante ;
Y tres paisanos bisónos de ágil vaquía rural,
Silban y gritan y amoldan el conjunto trashumante
Que sigue por el camino en coro sentimental.
El sol hinca sus lancetas en el aire alucinado ;
lis medio día. Es la hora pálida del sol volcado.
Se detiene la majada, y los criollos se apean
En el frontal de un islote — liícido de verde y oro; —
Y de golpe, salta, lúbrico, con el cencerro sonoro
Un carnero cuyos cuernos de lujuria centellean.
22 PEDRO LEANDRO IPUCHE
EL RÍO
IX
De sus entrañas antiguas se desata esa frescura
Escondida, que se aviva en las gargantas sedientas:
Lo encrespan árboles y árboles, y entre la vieja apretura,
Salta y fulge, canta y grita, bajo el sol y las tormentas.
Es un río originario de la América cobriza,
Cuando la piragua agreste iba en sus ritmos flexuosos,
Y los indios asestaban con su trágica ojeriza
A los hispanos sangrientos sus pedernales rabiosos.
Río largo y comunista; río bueno hasta agotarse;
Próvido y ancho, se cimbra en el afán de entregarse.
Estremecido de pájaros y humanizado de nidos.
Es mi río, el río oscuro de jaguares y matreros,
Que movió mi sangre nueva y mis ímpetus primeros
Con sus aguas galopantes y sus árboles prendidos.
ALAS NUEVAS 25
LAS LAVANDERAS
X
( 1 )
El día va desdoblando su lividez inicial
Por las pendientes serranas y por todo el pastizal.
En los árboles, serenos y húmedos, la pajarada
Chisporrotea de música asterjente, alborotada.
Por el recodo lejano vienen veinte lavanderas,
Cuatro chicos y un petizo tubiano, gordo y paciente,
Que alza un atado en las cruces anchas, resignadamente,
Y lleva la dirección en sus pupilas arteras.
Indias pálidas ; criollas de caderas peñascudas :
Tres viejas con el carrillo duro, como de cuchillo,
Cruzan, con la tabla a un lado y a la derecha el atado,
Por entre de la espinosa ramazón de cinacinas,
Hablando de la creciente que dejó el rancho volcado . . .
(Y el sol se estira a lo largo de las líneas campesinas).
24 PEDRO LEANDRO IPUCHE
(2)
1 Malhaya la suerte endina,
El indio me traicionó ;
Ay, si lo tuviera aquí,
Pa lavarle el corazón!
Es una trigueña dulce que alza los versos plañentes. f
Mientras apuña !a ropa sobre la tabla en la orilla
Del lavadero selvático de agua familiar, sencilla, /
Ampollada por la espuma de los jabones batientes.
I
Y sigue, entonces, un coro desajustado y doliente
Entre blancas frotaciones y golpes depuradores ;
El petizo, cazurrón, rastronea. diente a diente,
Y los chicos por los árboles se enhebran, retozadores.
De golpe, asaltan el agua cinco mujeres desnudas,
Y otra, y otra, y otra, y todas, braceadoras, locas, rudas.
Gritan, y nadan, alzando las nalgas, nítidamente;
Y hay un chapoteo fresco de espumas borbollonadas.
En esa alucinación de plata solar caliente.
Del mediodía que arroja sus diáfanas llamaradas.
ALAS NUEVAS 25
(3)
— Vamos — dice, maternal, la lavandera más vieja ;
Y todas la siguen por el camino conocido ;
Y llegan a la * picada » que el sol, de lejos, caído,
Satina, pálidamente, con un rosado de almeja.
El pañuelo a la cabeza, fresca del agua, y encima
La tabla con el atado y unas leñitas huesosas.
Vienen con un aire antiguo que la luz última anima
Por una ringla estival de casuarinas piadosas.
Y es de ver los cuatro chicos con su sarta de mojarras,
Y el petizo macetón, de patas lentas y charras,
Y allá, por la lejanía, los alegres teru - teros,
Una bandada en collar volador de mazaricos,
Y tres flamencos hieráticos, rígidos hasta los picos,
Y la noche que se arquea sobre los largos esteros,
26 PEDRO LEANDRO IPUCHE
EL CORDERITO SERRANO
(Para mi gran compañera senfimenfal).
PRIMER VIAJE
1
Iba al galope abierto de mi caballo fuerte
Apareado de un viejo baqueano de las sierras.
La tarde se astillaba de sangre
Sobre la desnudez áspera
De las piedras resecas y encendidas.
Ya cerca de las casas, un corderito ingenuo,
Con la lanita aun húmeda de la entraña materna.
Balaba
Con un fresco dolor su orfandad absoluta
Sobre la oveja madre, tendida, abandonada,
A quien un cuervo acerbo, desprendió los dos ojos
En el momento santo, angustioso y sangriento.
De su parición primera.
ALAS NUEVAS 27
1 Aquel cuervo
De dos metros de alajc, de gran cresíón granate,
Y de pico mellado entre los riscos, era 1
Bajamos del caballo — blandos de !a emoción —
Y el corderito tímido se alejó de la madre,
Mirando con sus ojos de lividez celeste
i Cómo nos acercábamos con el rebenque al puño !
i Pobre recental serrano 1
1 Temiendo ya el castigo, cuando sólo traíamos
La caricia piadosa en la mano !
SEGUNDO VIAJE
II
Siempre, cuando llegábamos a las casas abiertas
De la estancia sin límites de Nemesio Tajuárez,
El paisanaje alegre liesplegaba su alma
En agasajos cálidos de abrazos y de bromas.
El júbilo saltaba de las caras vitales
De los gauchos amigos, y de los rostros frescos
De las criollas dulces.
28 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Y era una de empanadas y de asados con cuero,
De mazamorras fuertes y de leche al corral,
De lazos revoleados en trasluz — sibilantes —
Sonando las argollas por los cuernos del toro
En el ajuste rápido de la lazada.
Cuando no era un charleo alredor de las llamas.
Sobre los trashogueros sagrados del fogón,
0 una fiesta en el bosque, cerca de las corrientes.
Trenzadas de colores, y de viento, y de sol.
Mientras una guitarra se deshacía en todas
Las ternuras de América de una mano en calor.
Así fué que llegamos, y fuimos anudados
En violentos abrazos de amistad ;
Y ya, ¡unto a las llamas, en la cocina buena,
Tomando un mate amargo con soltura cordial.
Nemesio, deshilando sus barbas bien llevadas:
— Mañana, pues, muchachos, van a ver
1 Qué asau de oveja van a paladiar 1
Tengo una guacha pronta pa una fiesta.
Cordita, y más sabrosa . . . que mi mujer.
Una carcajada tónica, y una aprobación.
Alas nuevas 2^
— Este pueblero tiene tiricia.
En la ciudá no se come... se vive pal figurón. —
Y yo, medio gastado de la Ciudad,
Sentí un rubor de macho cuando escuché
Las recias palabras de aquella verdad
Que Don Nemesio me arrojó. Y callé.
III
El día
No se veía
Todavía.
Una algarabía
De todos los pájaros de la alegría
Levantó la entraña mía.
Salían del corral las vacas gemebundas,
Y el balido doliente de los terneros
Nos ablandaba de ternura el alma.
Recorrimos las islas, nos entregamos al agua
En un baño madrugador ;
Nos embarramos por los bañados ;
Só PEDRO LEANDRO IPUCHE
Corrimos diez carreras con caballos de aguante
Por el camino rayador ;
Y cuando el sol ya penetraba todo
— En su larga entrega de Padre de todo —
Regresamos al galpón
Con los dieciocho perros
Deslenguados de cansancio y fulgentes de sudor.
IV
Achira Blanca tenía
El corazón tan dulce
Como la rizoma de un macachín.
Ella crió la guacha
Después del parto mortal,
Y le daba la plata nutricia de la leche
En una vasija familiar.
Ella le lavaba
La blandura encrespada de la lana
Con sus manos inocentes.
Ella ponia una palabra de cobija
En la soledad de la ovejita triste y fría.
(Achira Blanca tenía su hija).
ALAS NUEVAS Jl
V
Y todos en el galpón esperábamos la guacha.
De golpe, llegó asustada y trascendiendo balidos
Extraños y adoloridos.
Achira Blanca corrió llorando.
— Tata ! ¿ qué van a hacer ?
— A convidar esta gente, mi hijita,
Con esa oveja aburrida.
— No. tatita. No la maten.
Pobrecita. j Mi guachita 1
— Vaya pa las casas, que estamos bromiando.
I Qué vamos a matarle su guachita !
Y haciéndonos un guiño inteligente.
Alzó en sus brazos duros la pequeña.
Y la adentró a las casas, entregándola
A la madre. Y cambiaron una seña.
32 t>EDRO LEANDRO IPUCHE
VI
Colgada del tirante, yo me ofrecí a matarla.
El cuchillo certero crudelizó mi mano.
Todos hicieron cerco a distancia. La oveja
Con la pezuña libre de atrás daba en el aire.
Ya iba a hincarle la hoja del cuchillo cebado
A la ovejita dolorosa,
Cuando veo los ojos de lividez celeste
Del corderito serrano ;
Y se paralizó de emoción mi mano.
— Don Nemesio, esta guacha
La reconozco. De recién nacida.
La vi sobre la madre ensangrentada...
— Es la verdá. amigazo.
Un cuervo tamañazo
Le vació los dos ojos al parir.
Y este es el corderito que usted vio.
ALAS NUEVAS 53
VII
Y yo. con las pupilas punzantes po/ la lástima,
Hice llorar a todos con mi recuerdo amargo.
Tan al fondo les fué mi relato sentido,
Que se deshizo en lágrimas la varonil ternura
De aquella gente brava y pura,
Y con el corazón bien sostenido I
Vieron al corderito junto a !a oveja madre
De los ojos deshechos en sangre ;
Sufrieron de mi angustia compasiva;
De mi viril y húmeda piedad ;
Y entonces. Don Nemesio llamó la pobre chica,
Y desató, callado y sombrío, la oveja.
— Hijita, ¿no vio, pues, que era una broma?
Y estrujó, hasta el sollozo,
A Achira que lloraba de alborozo.
Y me miró tan serio que me hizo palidecer.
— Aparcero, j qué broma me hizo hacer 1
34 PEDRO LEANDRO IPUCHE
LLUVIA DE SECA
La lluvia está alambrando el aire,
Y el campo se retuerce de frescura.
Ya era un calor de peste ;
Un fuego tenso de sol borracho y bravo.
I Cómo llueve I ¡ Cómo llueve I
I Qué olor abierto afelpa los boscajes !
I Cómo las piedras reprobas
Tienen su golpe musical de fiesta 1
Las flautas pálidas de los maizales
Hacen sonar su miel espigadora.
Los cañadones roncos de espumajos
Invaden los caminos de las sierras.
I Los caminos sin dueños que unen todo i
El ganado, torpe y flácido,
Siente la lluvia, cosquillante y sana.
ALAS NUEVAS 35
Y se aligera jubilosamente.
I Qué pesadez le gastaba la sangre !
I Qué áspero el posío muerto que raía 1
Las nubes y las tierras se unimisman
En la orgía fecunda de la lluvia
Que desahoga el cielo y que refresca
Las angustias resecas de las raíces
Que gritan desde abajo por alzarse,
Y sólo el agua las levanta a Dios.
Agua que cae, agua que se levanta ;
Agua de todos y para todos :
Nuestra y de Dios.
I Oh lluvia clara que aliviana todo
Y que todo suaviza 1
Parece que ha ablandado y desarmado
Al sol flagelo y rojo de la seca,
Que ha detonado en un crestón serrano
Y se ha granado, en un caudal de chispas,
En las gotitas mágicas del agua
Frutecidas de iris
Por los árboles buenos.
36 PEDRO LEANDRO IPÜCHE
Agua de iodos y para todos :
Nuestra y de Dios.
Ya el viento es una ondulación despierta.
Y andan sueltos
Los sapos gimnastas.
Un hornero golpea el ala, y grita
Desde un horcón — que es como un brazo erguido
Del alambrado largo y musical.
i Viva la lluvia 1
ALAS NUEVAS 37
EL LAZO
Yo siento el entusiasmo de los lazos abiertos
Que hacen fiesta de líneas en el aire :
Un entusiasmo largo, seguro, desplegado,
Y bien trenzado,
Que salta hacia las cosas con afán de enlazarlas.
Nadie sabe lo sano que es un lazo en un brazo :
Es un impulso suelto que se distiende y baila,
Y se enardece, y se alza, y se agita, y se estira,
Y se lanza con júbilo a la presión final.
Es una danza al aire, el torbellino en alas,
El juego que prolonga y agiliza los ojos ;
El contagio violento que toca todo músculo.
Todo nervio latente,
Y hace del cuerpo que anda sobre el caballo elástico
Una hilazón de lazos vitales y potentes.
3fi PEDi<0 LEANDRO IPUCHE
Sólo el lazo es humano ! Sólo el lazo es hermoso 1
Perseguir toros chucaros en un gozoso vértigo,
Y apretarles los cuernos de un rápido tirón ;
Pararlos — brutalmente — con la rabia en las babas,
Y reírse — triunfante — con el lazo engarrado
A la asidera dura prendida al argollón. —
Eso es sentir el lazo, y el aplauso del viento,
Y el orgullo caliente de la fuerza en la mano.
II
Yo soy un lazo abierto alzándose en el mundo :
Todo lo que se pone por mi alcance, ya es mío.
Tengo el golpe certero y el revoleo firme,
Y un instinto de cierre que va hasta el corazón.
Siento que por mi lazo me allego lo que quiero.
Soy el enlazador.
I Cuidado, pues, si alguno me ve sobre el caballo
Y con los ojos largos I
No le ha de valer ser toro,
Naturaleza o cosmos, hombre, misterio o Dios.
ALAS NUEVAS 39
Mi lazo es inaudito,
Y va donde lo tira mi intención.
Mi oficio es intuitivo,
Y cuando enlazo llevo al puño el corazón,
I Cuidado con el arco valiente de mi lazo I
i Soy buen enlazador !
•40 PEDRO LEANDRO IPUCHE
A MI Rio
Nací cerquita de un río :
Crecí al lado de sus árboles ;
Y desde entonces no soy
Más que agua flexible y árbol.
Tengo del árbol la fuerza,
La seriedad, las raíces,
Y esa violencia cortada
Porque lo ata la tierra.
Era el viejo Río aquel
Ten conocido y tan mío.
Que, al subírmele a los árboles.
Me abiazaba
Con la amistad de sus ramas.
ALAS NUEVAS 41
Y al entregarme a sus aguas,
Rozaba sus sedas frías
Por la fruición de mis carnes
Sin tristezas todavía.
II
Olimar, mi viejo Río
De los tarumanes bravos,
De los coronillas duros,
Y los sarandíes ágiles.
Donde entran las mañanitas
Con su claridad traviesa ;
De donde salen las noches
A sobrecoger los campos,
Y a escondernos los caminos.
Ese Río, mi Olimar,
Ha sido mi patria fresca,
Mi hogar de muchacho alegre,
Donde se mojó mi alma
En la primera emoción,
42 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Yo fui un hermano mayor
De los pájaros aquellos
Que oí cantar — asustado
Del misterio que saltaba
De sus picos agitados.
(Los pájaros en la selva
Dan miedo al niño sensible).
Yo fui un acróbata dulce
De los trapecios agrestes,
Sosteniéndome en el aire,
Como en la mano de Dios.
Olimar, mi viejo Río.
De los anchos mataojos,
Donde las aguas amigas,
Al volver, me reconocen.
Aquellas aguas ariscas.
Donde saltaba mi bote.
Cuando, con el remo al puño.
Me iba a lo largo del Río
— Taciturno de emoción.
Desde esta ciudad te grito
Con la nostalgia en la boca :
ALAS NUEVAS 43
— Olimar, mi viejo Río,
Ya soy un hombre agrietado,
A quien ató !a tristeza,
Y ha puesto serio el sollozo.
III
Sin embargo, Río mío,
Me he conformado al saber
Que un puente ha puesto dos rieles
Sobre tus árboles altos,
Y estás vencido también
Por el hombre avanzador,
Y así estamos— yo, vencido
Por el tiempo y la ciudad,
Por esta saudade terca,
Por este ritmo ancestral
Que me pone primitivo
Entre mi modernidad.
Y tú, rayado y pequeño.
Por esta audacia industrial.
Que nos lleva, y que nos mala,
Y nos hace tan igual !
44 PEDRO LKANDRO IPUCHE
LAS CINACINAS
Cinacinas
Tornadizas y finas ;
— Lentejuelas y espinas.
Cinacinas bailarinas.
Sois las amigas nerviosas ;
Y os alargáis por los gajos
Para defender las casas
Y envolver los pueblos chicos.
Cinacinas saltarinas,
Hay como un punto de sangre
En vuestros jaldes lloridos.
Sois tan fuertes y tan gráciles,
Tan volátiles y firmes,
Que el alma os quiere y os sigue ;
ALAS NUEVAS 45
Pues ella, como vosotras.
Vibra, pero está arraigada,
Y echa su sangre en ramajes
Y en lentejuelas y en ritmos.
Cinacinas campesinas :
Hoy cuando el sol se perdía
Astillado de amarillo
Por los bajos ponentinos,
He visto amarillo todo
Porque la luz se acendraba
En vuestras copas abiertas
Y de ellas se desvasaba
Por el aire y las lomadas
Y las oleadas
Bailarinas e inciertas.
Cinacinas
Puntilladas y finas ;
Lentejuelas y espinas :
1 Cómo sé de la frescura
Y el olor de tu sombraje
Y el roce de tu hojerío !
¡ Cómo aprendieron mis nervios
A hacer danzar las ideas
Al ver tus gajos bailando!
46 PEDRO LEANDRO IPUCHE
1 Cómo recuerdo los cercos
Crespos de mi pueblo viejo
Atado por los ramajes
Largos de vuestra amistad I
Cinacinas
Danzarinas
De lentejuelas y espinas.
ALAS NUEVAS 47
LAS VACAS
Y van las vacas grávidas y dulces
Tocándose el cuadril con sus colas pacíficas.
Llegan al agua y hunden la anchura de los morros,
Y beben vitalmente hasta hincharse el costado.
Después por entre el fresco enredo de los mimbres
Salen del arenal, y se abren por el campo.
Pastan con lentitud.
De pronto, oyen de lejos
Un balido doliente en los corrales.
Son sus hijos atados 1 Los terneros !
Y aquellas vacas mugen y se exaltan
Y trotan toscamente y se sofocan,
Hasta que desde afuera del alambrado miran
La piel — jtan conocida! — de sus pequeños y locos mamones.
46 PEDRO LEANDRO IPUCHE
LAS PITANGAS
Me sorprende el recuerdo de unas frutas antiguas
En mi garganta sensible.
Yo era un muchacho totalmente alegre.
En mi cuerpo
— Más vestido de viento que de ropa —
Retozaba una sangre limpia y dulce.
Y corre que te corre, por un camino viejo,
Alados de sol
Y fragancias de pastos curativos,
Cruzábamos el agua conocida.
Nos íbamos ahondando por las selvas,
Y cada uno se apropiaba un árbol
— Dominándolo — airoso — hasta la rama última —
Con los saltos triunfales
De una inocencia eufónica de pájaros.
Y entonces nuestras manos se mojaban
ALAS NUEVAS 49
En la miel resinosa de los racimos salvajes :
Echábamos — tragones —
Frutas y frutas a la boca alegre.
Hasta que nuestros dientes nos dolían
Morados por la dentera asperizante :
Hasta que nuestro cuerpo se ablandaba
Vencido por la dulzura de los árboles
Que se alzan en sus raíces
Como hermanos mayores.
j Qué de fruta comía I i Qué de fruta comía 1
Nunca un dolor, nunca un empacho, nunca una repulsión I
II
Ayer mi madre, india y lugareña,
Me mandó dos cajitas de pitangas :
( La fruta entrañable
De mis largos recuerdos infantiles ).
¿Qué habré comido? — ^ Nueve o diez pitangas.
1 Y qué dolor intestinal ! ¡ Qué espina
En la mitad del vientre 1 1 Qué calambres
Por las curvas profundas de mi estómago
Agujado de nervios histológicos 1
4
50 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Esta ciudad, amorfa y sensitiva,
Revuelta de ajetreo y quebrada de ruidos,
Me ha amargado la sangre ligera :
Me ha corrido mi diáfana alegría,
Y me ha puesto sus sombras y sus taras
En el centro del alma y en la cruz de los huesos.
Pitanguero selvático :
Desde mi cuarto de poeta abúlico,
Lloro mis pocos años por tus ramas fraternas.
Tu bondad frutal y humana
De hermano mayor ;
I Lloro mis cuatro lágrimas mejores
En mi nostalgia mejor I
ALAS NUEVAS 3l
TRAGEDIA DULCE
1 Estoy herido de Naturaleza !
Nací cerca de un río oscuro y largo
Y de una sierra crespa de aspereza
Donde nunca sentí mi genio amargo.
Un día inocentón y memorable
Vinieron a mis manos nuevas y ágiles
Unos librotes de portada amable
Que abrieron de mi ser las puertas frágiles.
I Cuentos en iris I Ellos desplegaron
Mi espíritu infantil a todo vuelo ;
Y desde entonces mis ojos buscaron
La Ciudad de Oro en lo lejos del cielo.
Y hoy. desde la Ciudad, veo mi sierra
Y mi río estirado y tan huraño,
Y siento una nostalgia que se aferra,
Y que me ahonda en un gozoso daño.
52 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Vuelvo a mis pagos, y a los pocos días
La ciudad me despierta en un recuerdo ;
Y hallo pequeñas las cuchillas mías,
Y en los caminos viejos ya me pierdo.
Y mi dulce tragedia anda conmigo :
Desde las calles duras y agitadas
Me emociono al pensar en las crispadas
Piedras, y en la flexión del río amigo.
Y me envuelvo en la lánguida fragancia
De aquellas selvas que crucé, pequeño ;
Y el recuerdo, a través de la distancia,
Aclara mi niñez con un temblor de sueño.
II
¿PARA QUÉ?
¿Para qué más de cuatro palabras
Hondas y limpias.
Si en esas palabras
Se enciende tu vida ?
La emoción encuentra su camino nuevo,
Su sonora vía,
Cuando se la deja que suba agitada
Hasta la palabra que al aire la estira.
La emoción es alma nerviosa :
La palabra música fuerte :
Cuando se hallan
Son como dos vínculos extraños que vibran.
Pidiendo el milagro
Vital, que las saca y las cimbra.
(Poeta, tú puedes
Hacer ese milagro por todos tus días).
56
PEDRO LEANDRO IPUCHE
Poeta, poeta, franco hasta la angustia.
Saca de tu entraña la emoción movida
Echa tu palabra.
La palabra certera que ella pide.
Y verás, entonces, que es eterna tu vida.
Como tu emoción misteriosa.
Y tu palabra querida.
ALAS NUEVAS 57
HÉROES
El dolor que no duele por estar escondido,
Y no verse en la carne, porque está más adentro,
Es como una alquitara violenta del espíritu
Que ilumina los nervios.
Esa angustia tan honda que anula toda sonda.
Es la marca de reprobo
Que arde en todo artista desde que alza su sangre
En las venas sutiles del verso.
I Qué palidez tan íntima, que sangría raicera
Han de ser las del hombre tocado del misterio
En esos dramas tercos de ideas y emociones
Que hacen fuerte la vida y triste el pensamiento !
Luchas que pocos luchan, pero que anda en algunos
Que oyeron su voz lírica y — heroicos — la siguieron.
No la dejan — j oh trágicos! — aunque los mate, lenta,
En un arcano y lívido silencio.
1 Estos, sí, son los héroes I
56 PEDRO LEANDRO IPUCHE
POR LA NOCHE
I
Por la noche,
Mi corazón
Tiene una inquietud mística y seria,
Una vibración hermana
Con el vasto ritmo astral.
Hijo del sol, la noche
Me sobrecoge en su sombra piadosa,
En su honda palidez callada.
Cuando el sol me deja.
Hay una mudanza vital en mí :
La sangre saltante se me amarga,
Y pienso en los ascetas afilados del Greco.
Una laxitud nerviosa
Me hace mirar con miedo la luz de la ciudad.
ALAS NUEVAS 59
Un grito, un ruido traicionero,
Un golpe percutor,
Tocan agudamente mis nervios afinados.
Miro el árbol vecino,
Y veo que estoy serio,
Como un árbol de noche.
Soy un antiguo . . . pero, lastimado por esta
Vida frágil y triste de los poetas nuevos :
ñse árbol está serio, pero dulce en su entraña :
Mi seriedad arranca de mi entraña irritada.
II
Y sin embargo, siempre mi buena salud gaucha
Se orienta por las noches para endulzar mi sangre ;
Y sale de mis ojos un sabeísta antiguo
Que ha venido en mi raza hasta mi urdimbre activa.
Y las frescas estrellas ensedan mis pupilas ;
Bajan su luz quietosa y curativa
Hasta mis nervios lúcidos y ansiosos ;
Y hay un despertamiento tónico de energía
En esta voluntad de saltos, que es tan mía.
60 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Y así, no hay noche triste.
Noche de nostalgia,
Ni de anulación,
Si arde una estrella,
Como una brasa alucinante,
En el fumino abierto de los aires :
Si hay una voluntad
Alzándose de lo hondo de la carne mortal.
Hasta que llegue el tiempo, el gran tiempo triunfal.
En que la alegría sea
Para la vida nuestra
— Tanto en el día fuerte como en la noche blanda
Como una gota de agua.
Como una larga gota de agua
Sobre una raíz.
ALAS NUEVAS 61
LA MADRECITA
Madrecita nueva, madrecita pálida :
¡ Qué bien se engarza el niño,
Venido del fondo de tu entraña cálida,
En tus manos intensas de cariño !
Madrecita fresca : | qué pronto se ha hecho
Forma de tu sangre la ilusión materna,
Cuando el hondo instinto te endulzaba el pecho,
Y era la muñeca
Un juego tranquilo I
Jugando te has ido de un juego a otro juego,
Y eres — casi niña — frágil, como un hilo
De amor, enhebrando una gema.
1 Oh niñez suprema !
i Cómo sentiste,
Madrecita nueva, levemente triste.
Apuntando en blancas dulzuras tus pezones,
62 PEDRO LHANDRO IPUCHE
Y temblar tus pechos como dos alciones,
— Rosados, surgentes. sedosos : dos copones
Llenos de hostias pequeñas y tibias !
I Cómo por tu sangre pasó un aire íntimo
De maternidad,
Y a la glotonería
Ingenua del hijo
Diste a presionar
La fruta en desborde
¡ Toda en regocijo,
Toda maternal I
II
Madrecita rubia, madrecita grácil,
De ojos frescos y azules.
Como humedecidos de esencias de mar ;
Madrecita ágil,
Enjoyada en zumos como un colmenar.
j Bravo por el hijo que sabes criar !
1 Bravo por el niño. — rubio y musical, —
Que en tus hondas vertientes aprende a mamar,
Y por tus cantares al sueño se va I
ALAS NUEVAS 63
Madrecita fresca como una hidria.
Fragante como un árbol envuelto de sol :
Odia las nodrizas
Que cambian la sangre, agrisan el alma,
Y desnudan de amores el corazón.
I Ay de los hijitos que no hunden la boca
En un pezón de madre, híimedo de amor 1
Cría, pues, tu hijito. álzalo, columpíalo ;
Que ande en tu regazo como en un altar ;
En tí ha florecido, y que en tí madure.
Y que en tí se sienta rendido y filial.
Madrecita frágil como luz de copa,
Constelada de amor infinito :
Madrecita nueva, madrecita niña.
Pareces la hermana mayor de tu hijito.
64 PEDRO LEANDRO IPUCHE
DESPERTADOR
Tú me hallaste entregado a mi egoísmo sano :
Yo creía que todo lo mío era supremo,
Hasta que un día, hermano,
£n mi barca de remanso pusiste el nervio del remo.
Tú me desengañaste de mi candor omniscio ;
Tú sacudiste el nido de mis palomas quietas ;
Tú me trajiste el fuego hasta la paz del quicio,
Y el garruleo argentino de tus locas panderetas.
Y yo — férvido y sensible — al verme así despertado.
Te quise por despertador ;
Por que me dijiste : * Mírate por lo íntimo y guardado.
Y verás qué rico eres. ¡Qué de minas en tu hondor i »
Hermano despertador, hermano sugeridor :
Esta inquietud que hoy me sube
Desde el remanso a la nube,
Es por tus manos cordiales que agitaron mi motor.
ALAS NUEVAS 64
LA SELVA SIN PÁJAROS
Recorriendo los campos con un criollo amigo
Llegamos a un rincón del bosque serio y largo.
La tarde, fatigada del sol, se replegaba
En una sombra amarga que contagiaba todo.
— Mire esa rinconada tan intensa y oscura.
Eso se estira y sigue y no acaba, mi amigo.
Es lo más raro y triste que se ha visto en la tierra :
Es la selva sin pájaros, callada, cruel y dura.
Los troncos apretados se sangran fatalmente ;
Los ramajes se anudan por la savia iracunda ;
Y a veces, con violencia, salta una flor al aire,
Que se desprende al viento en un afán de alas.
66 f>EDRO LEANDRO iPUCHE
Nunca se ha visto el sesgo balsámico (Je un pájaro
Bajar hacia una rama escondida y huraña.
Sin el asa de un nido familiar.
Es tan cerrado todo por arriba que el aire
Entra como estrujado, y se le oye gritar,
Y que la luna fija como un arco de cal
Sobre aquella tragedia vegetal.
Es la selva egoísta que se esconde en sí misma,
Y no da sombra ni agua ni fruta ni rumor ;
Es la selva sin pájaros, la selva sin garganta.
A la que sólo el hacha ha de quebrarla un día,
Y abrirle un claro al sol.
Y cuando un brazo duro haga gritar los troncos.
Y salte el aire acróbata por los gajos abiertos.
Han de estar tan atadas las ramas dolorosas
Que sólo han de soltarlas
Los dedos alocados del fuego redentor.
Y entonces, por las brechas, habrá sol y habrá viento;
Y en un desquite eterno, todo el pajarerío
Asaltará la selva hasta la entraña abierta,
Y endulzará sus árboles sin nidos.
(Y a la Naturaleza habrá llegado un fuerte
Sentido humano triunfador).
ALAS NUEVAS 67
II
De regreso a los ranchos, ante la noche atada
En sus frescas negruras, di vuelta la cabeza ;
Y ya no vi la selva tan prieta y lan vacía.
Sólo una estrella grande, inquieta, intencionada.
Alargaba — afilado — un rayo, seco y vivo.
Hacia el lugar lejano de la selva sin pájaros.
1 Quién sabe la intención de las estrellas
Cuando ven las angustias de la tierra !
I Aquella estrella y aquella selva !
68 PEDRO LEANDRO IPUCHE
LA VOCACIÓN FATAL
(A Vicente Basso Magíio)
Y dirás : — Ya no quiero más angustias ;
No hago más versos ni me ahondo más.
Esta sangría fina de los nervios
j Hay que curarla, hay que curarla,
Desde el fondo oscuro de la voluntad i
Hay que darse a otras cosas de la vida ;
A orillar, a olvidar.
Esas minas cegantes del misterio.
Hay que vivir en broma, y descansar !
Y será en vano. Un día
Una mano escondida te despierta,
Te sacude y empuja,
Y te abre, de un golpe, la puerta.
ALAS NUEVAS 69
Y vuelves a sangrarte dulcemente ;
Y sobre tu egoísmo de hombre serio.
El arte, la emoción, el alma en alas,
Te levantan en el verso, y te mojan de misterio.
Un consejo, poeta : no jures más.
I Se te ha entrado en la sangre la vocación fatal 1
70 PEDRO LEANDRO IPUCHE
TENER...
I
Tener la rabia roja y dulce de los toros
Cuando ventean las vacas gemebundas.
Tener el brusco y largo vocerío
Del río.
Tener la cárdena y violenta
Fuerza de la tormenta.
Y los olores tónicos y sueltos
De las selvas balsámicas y frescas.
Destrenzadas de viento y abrochadas de sol.
Tener la elástica
Prolongación del viento ;
Del viento saltarín y revoltoso
Que extiende los telares de las nubes.
Y alza la ira de las polvaredas,
ALAS NUEVAS 71
Tener la lenta y sana
Venida de la luz por la mañana.
Y la inquietud translúcida del agua,
Y del color del aire abierto al sol :
Y la virtud de levantarse en tronco,
Y en rama abierta y en temblor de flor.
II
Hombre gastado y vano :
En vano
Estiras, agriamente, tu delicada mano.
Vives en este ruido trágico de ciudad.
Con un sol de limosna y un viento desgarrado.
Y tu sangre está amarga, y tu piel se ha secado,
Y tus nervios se afinan hasta engastar la idea
Contumaz y enfermiza que en tu herida llamea.
III
Mi familia es antigua : mi familia es aquella
Que vio arrancar el viento y vio n^cer la estrella,
72 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Que se asustó del mar y de la noche honda /
Que ponía en el mundo la oscuridad redonda.
El aire de los campos cómo limpia mis ojos I
Al ver los horizontes escuetos y lejanos,
Siento como nostalgia /
Por los hombres primeros
Y por los elementos primitivos y arcanos :
Cuando empezó la savia y los gritos humanos;
Cuando la luz y el agua,
Y el viento y Dios y el hombre eran hermanos !
ALAS NUEVAS 73
LOS ÁRBOLES
Los árboles son buenos como hermanos mayores
Misteriosos y abiertos, en la tierra ellos fueron
Un arranque elevándose de la semilla humilde
Que se abrazó a los aires, y alzó su vida pura.
Los árboles levantan su vida, y son su vida,
Y dan por sobrevida su fruta al hombre sórdido.
Ellos son para darse a la maldad del hombre
Que le raja ¡as carnes y le roba las mieles.
Sobre la tierra fea trajeron la belleza ;
Sobre la piedra triste volcaron su frescura ;
Junto a la casa ruda fueron como guardianes ;
Y en el desierto antiguo clavaron la distancia.
Los árboles se abrazan en la selva o levantan
Sus brazos castigados en los caminos solos,
74 PEDRO LEANDRO IPUCHE
La música primera saltó de sus marañas :
— 1 Oh los instrumentales árboles con sus nidos 1 —
Las alas y los élitros y las cintas del aire
Y las fiestas del sol, lo esmaltaron de júbilo.
Donde hay árboles tiembla el misterio hecho sombra,
Y el hombre se emociona y hace cara al destino ;
El fuego se desata con sus colores fuertes,
Y el hombre ante la llama ve a Dios cerca del hombre:
Amansa sus impulsos y hace un cerco cordial,
Y descubre su vida y aparece inspirado,
Y siente que sus carnes ásperas ya no tiemblan,
Y que la noche ciega no lo tapa de miedo.
II
Árboles compañeros : amigos serios y hondos :
Yo tengo de vosotros una raíz hundida
En la tierra bermeja de mis entrañas líricas :
Por eso, al agitarme, siento un roce de ramas.
Esa raíz me invade con un latir de cuerda.
Potente y delicado, que humedece mis versos ;
Pero yo, buenos árboles,
ALAS NUEVAS 75
No tengo las angustias sordas de la raíz :
Soy como un árbol libre que se dio a caminar.
Ah ! yo os conozco al aire, y sé vuestras tragedias
Y vuestros regocijos. Sois hermanos mayores,
Cuando mis huesos sueltos toquen vuestras raíces,
Tomadlos y fundidlos en vuestras savias largas.
Y entonces, no habrá muerto vuestro hermano cantor ;
Vuestro hermano menor.
Las cales misteriosas de mis huesos
Os harán tan humanos.
Que en más de una ocasión
Os sentiréis con manos,
Y con sangre de hombres ;
Y sentiréis que anda mi viejo corazón
En los ritmos más dulces de vuestra oscilación.
76 PEDRO LEANDRO IPUCHE
NARANJAS
¡ Oh el agua rubia y suave
Guardada y sostenida, como en puños avaros,
Entre los claros
Mágicos del aire I
1 Oh el aro húmedo de las naranjas I
Todas las mañanas viene a nuestra puerta
Un doliente italiano, tarareando músicas.
Remotas y lentas, de su tierra, — hundida
En la vida
Movida
De sus recordaciones callejeras.
1 Naranjas I j Naranjas I | Naranjas !
Vocea el frutero,
Todo atravesado por las madureces
De las frutas curvas de sol y de azúcar.
ALAS NUEVAS 77
Vienen a mi mesa los oros redondos
De las naranjas,
Y con un dentazo las destapo, y hundo
Mi boca encendida en las aguas frescas :
Aguas de panas y de terciopelos
Venidas desde el fondo
Más hondo
De los suelos.
Y pienso en el designio misterioso
De la savia que esconde el punto vital.
Esa fruta ha pasado por las blancuras
De la luna,
Y por el jalde fuerte del sol sentimental.
La savia viajera lleva toda gracia
Y todo contagio elemental ;
Lleva la fuerza mansa de la luna ;
Lleva la chispa tónica del sol :
Lleva las sedas claras de los aires,
Las cosquillantes gotas de la lluvia,
Y la dulce y oscura
Frescura
Terrenal.
Naranjas orientales 1 Naranjas tropicales !
78 PEDRO LEANDRO IPUCHE
I Naranjales
De los antiguos patios provinciales,
Piadosos y cordiales !
A vuestra sombra pasamos de niños
En la dulzura fácil de la edad ;
Y cuando amarillearon vuestras ramas
Qué alegre y sano y lírico, robar 1
Naranjas ! Naranjas ! Naranjas !
Inocencia, dulzura, color, fragancia orgánica
Agua prisionera que se acendra
Y santifica en miel.
Naranjas I Naranjas ! Naranjas !
De flores de luna
Y jaldes de sol !
I Naranjas de Dios I
ALAS NUEVAS 7g
LAS PLAZAS
Fatigado y tensivo de mis andanzas bravas
Por la Ciudad revuelta y apretada de techos,
Llegué — no sé bien cómo — a la plaza inocente
Donde una fuente salta con chispas infantiles.
Venía sudoroso y enturbiado de angustia :
El sol desesperado y los hombres mezquinos
Habían amargado mi sangre delicada.
Y me senté en un banco listado de madera.
Empezaron mis ojos a endulzarse en el césped ;
Mis nervios se amansaron con la visión del árbol ;
Y en mi piel de indio fuerte la sombra puso sedas.
Y me sentí tan suave como un niño liviano.
i Oh. plazas serenantes y fragantes 1
60 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Sois la frescura única de la Ciudad reseca.
I Cómo guardáis en vuestros árboles la alegría
Y los ritmos primeros de la vida del hombre 1
La sombra en la Ciudad es rígida y enferma ;
En la plaza la sombra baila y anda de fiesta.
Allí saltan los niños a los carritos bajos
Tirados por dos viejas ovejas bondadosas.
Allí se ve la astuta traza del barquillero
Que hace vibrar un corro infantil de ambiciones
Por los frágiles conos de los barquitos secos ;
Y allí el propagandista de abalorios y juegos :
Los muñecos que brincan, los insectos metálicos,
Los globos finos y ápteros y los resortes mágicos.
Allí los atorrantes que se espinan de júbilo
Cuando el sol les entibia las carnes en invierno.
Y en un bostezo hondísimo se olvidan de la vida.
Y se frotan las manos con religiosidad.
Allí el frutero bueno, barbudo, y trascendido
Por todas las dulzuras de la canasta humilde ;
Allí el perro cazurro que ladra como en broma,
Y se deja pegar por los niños fraternos.
ALAS NUEVAS él
Allí los extranjeros, sorprendidos, callados,
Que salen de los puertos y entran los aledaños,
Y al ver el regocijo de los pájaros chicos
Buscan también el árbol que hace cantar al hombre.
Allí van las niñeras a hacer andar los niños
Que tiemblan — asustados — en sus piernitas nuevas:
Y de repente, un coche a la carrera cruza
Con un bebé acostado que da sus gritos limpios.
Y al caer de las tardes, vienen todos los músicos
Del batallón sombrío que guardan los cuarteles,
Y aquellos militares odiosos se transforman
En bruscos camaradas que hacen emocionar.
Y los bronces soplados extienden el enredo
Sonoro de las piezas que nos llegan al pecho;
Y la gente se acerca — trémula — a los atriles,
Y estira los oídos que se llenan de notas.
Plazas, sois familiares,
Y curativas en los descansares.
Sois el remedio plácido de la inquietud bravia
En la Ciudad moderna tan mala y tan sombría.
El sol os da sus joyas ; la luna os sortilegia ;
82 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Las muchachas alegran vuestras rayas de arena
Con un andar arcaico y un charloteo fresco.
Y estos pobres poetas — desterrados perpetuos —
Tristes hasta la muerte, como el divino hebreo,
Os buscan en el sol tónico de los días,
Y en la noche materna que nos conoce bien.
Y en el cansancio trágico de la Ciudad terrible
Que gasta y hace amargos los hombres delicados
Que buscan vuestros bancos desocupados
Como desocupados, también.
Plazas, me sois queridas.
Con vuestras curvas florecidas ;
Con vuestras aguas encendidas ;
Con vuestras músicas humedecidas;
Con el aire nostálgico
De vuestras palmeras enanas y entristecidas,
Y el diorama simpático de vuestras avenidas.
Plazas de las retretas;
Plazas de los poetas.
ALAS NUEVaS 8i
AGUA Y RAlZ
Por la concentración fresca del árbol ;
Por el estiramiento de los ríos,
Aprendí a ser raíz que salta en rama.
Y a ser agua que canta, ágil y larga.
No hay pájaro que vuele y no me vea,
Ni color que no baile en mis caudales.
De la raíz me subo a las estrellas ;
Por el cauce me ahondo a la raíz.
Árbol y río soy. En lo movido
Y en lo escondido,
84 PEDRO LEANDRO IPUCHE
COMO UNA VIDA
Me dijiste: — Te quiero como una vida, amigo.
Y yo sentí que un filo sensible me cortaba.
Mujer, así se quiere. Puedes vivir conmigo. —
De este modo mi boca, trémula, contestaba.
Lírica y esmaltada de emoción, tus dos manos
Tejiste entre las húmedas varillas de mis dedos hermanos.
Y yo le dije, todo suavizado en mi entraña :
— Así se quiere, amiga delicada y extraña.
Querer como una vida, es querer sobre todo
Con el sentido eterno de nuestro viejo lodo.
Vencer la soledad seria y el tedio amargo :
Es el amor, amiga, el compañero largo
Que nos hace y afirma y nos llena la vida.
Has dicho bien. Quiéreme así. Como una vida.
ALAS NUEVAS 85
DE LOS NIÑOS
Los niños, buenamente, todo lo ven en cosa :
El pañal, los juguetes, los padres, el pezón.
Todo es fraterno y vivo para su alma lechosa
De una pureza fresca, como de agua o de flor.
I Ah niños, cómo cuesta al hombre darle vida
A las cosas !
Hay violencias de amor;
Hay afán y años fuertes,
Cuando las cosas viven, andan y están en nos.
El alma de las cosas que fácilmente ven
Los niños.
Es un aprendizaje largo que el hombre hace,
En dolorosos y amorosos días,
Con esa lucidez activa, desprendida
De los últimos bordes de la infancia madura.
i Niños, al transformaros.
Cambiar^ de color vuestra blanca locura j
86 PEDRO LEANDRO IPUCHE
DOS MOMENT1T05
Erguido y cálido como una llama
Me he levantado hoy.
Me he desprendido ya de las raíces,
Y hay un clarín orgánico en mi boca.
La emoción anda en mí como una onda
Intima de fervor :
Ya soy un olimpista de la sangre.
Y en mis nervios hay cuerdas para todo temblor
II
Y he de bailar como el agua,
Y he de gritar como el viento,
Y he de alargar mis dos ojos
Como dos cintas del 50I,
ALAS NUEVAS 87
Y entonces he de sentirme
Suelto y dulce como un pájaro ;
Rumoroso como un árbol.
Y ágil misteriosamente.
88 PEDRO LEANDRO IPUCHE
RITMO Y HORA
Todo poeta tiene el ritmo de su hora :
En la naturaleza es nueva cada aurora.
La palabra trabaja en vibración cambiante.
Y el momento en que sale con su idea triunfante
Es el único vivo, eterno y palpitante.
Haz caso de tu vida,
Y sácala movida
En el verso que venga.
Eso es la poesía.
En tu sangre está el arte,
Si tienes gracia lírica y das con tu armonía.
La gente no ha de hallarme cantando en las orillas
Palabras sin raíces ni emociones de piel :
Ya no quiero más arte que aquel de las semillas
Que del jugo profundo alzan su flor de miel,
ALAS NUEVAS 89
Ya no quiero más ritmo que el ritmo de mi hora.
He sido mi maestro escondido hasta hoy
En que ya sé que tengo en mi entraña sonora
El agua dulce y honda que en mis versos te doy.
Defiendo a todo artista que cante a su manera
En un verso que arranque de su profundidad.
No reparo en el ruido ni en la línea de afuera :
La hora tiene su ritmo y el arte su verdad.
90 PEDRO LEANDRO IPUCHE
VIDA, VIDA . .
Vida, siempre estiré hasta tí mis dos brazos
Desde el fondo más hondo de todas mis tristezas ;
No has de poder decir que no te amé en instinto
Y en el contagio tónico de todas tus bellezas.
Tengo el sentido dulce de tu ciega potencia,
De tu alegría íntima, de tu hermandad conmigo :
No ha de caer mi carne, sin que se sienta un grito
En la sangre rebelde del corazón amigo.
Vida que ardes y trenzas los hombres y las cosas,
Y los astros y el alma y el elemento eterno :
Mis saltos, mis silbidos, mis palabras, mis juegos,
Y mis meditaciones, llevan tu toque interno.
Y en la furia gozosa de mis venas calientes
Me hermano con el potro, con el agua andariega :
Y me siento el joyero de la alta pedrería
Que |a noche me entrega.
ALAS NUEVAS 91
Mi vida es una chispa luya. Vida.
Con esa vida enfrento el misterio en mis noches.
Y en el día me enferro como un trabajador :
Con esa vida me hundo en la Naturaleza,
Y levanto orgulloso mi puño creador.
Vida consoladora, esencia triunfadora.
Que has hecho el sol paterno y el hombre luchador,
¡ Oh vida de mi vida pequeña y triste y recia.
Que me has hecho sensible, amoroso y cantor !
No me deje tu mano, hasta que mi destino
Ponga en mis pies el fin sin fin de mi camino :
Perdurar en mis hijos y en mis libros fervientes.
Como en prolongación de cruzadas corrientes,
( Que ellos dirán de mí si me porté contigo
Como una luz que pasa y como un buen amigo ).
92 PEDRO LEANDRO IPUCHE
LUNA
I Cómo íe han visto, luna, esos pobres poetas
De la vieja mentira y la falsa emoción !
1 Los tibios marionetas
Sin ojos y sin alma y sin una pasión!
Yo te reintegro, fuerte luna mía,
A tu descolorida potestad :
Luna de las mareas que revuelves los mares
Desde su más antigua profundidad.
Luna que atas con sangre los vínculos del hombre
En el vientre agitado de las dulces mujeres ;
Luna que abres el pico vivo de las semillas
Metidas en las tierras abiertas y sencillas.
Eso eres tú. mi luna, más que toda otra cosa :
La transparencia útil y la luz contagiosa.
ALAS NUEVAS 03
ASUNTO : ( La inspiración pobre de solemnidad )
A veces tocarás tu corazón
Duro en toda aridez,
Y sentirás que sólo te responde
Un bostezo soez.
Seco y desganado,
Te irritarán las cosas más queridas,
Y pedirás la humedad del lirismo
Como Teresa de Avila las lágrimas.
Pereza y desabrimiento,
Laxitud, vaciedad ;
Sólo una fuerza te alzará a la vida
Proba y sensible de la inspiración :
La vieja voluntad.
Ese antiguo resorte
De todo vencimiento;
94 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Esa leña capaz de todo incendio ;
Esa raíz que alza un temblor de flor.
Lleva el rebenque al puño, gaucho viejo ;
Y si la voluntad no quiere andar,
Castígale las ancas hasta que le duela ;
Hasta trotar, galopar, carrerear . . .
i Pobre de tí si con caballo lerdo
Piensas hacer caminos en la vida !
Te agarrará la noche lejos de las casas,
Y nunca llegarás a tiempo en nada.
Maneja los ritmos del andar,
Pero llega a tu destino.
Cuidado con quedar
Siempre en el camino . . . siempre en el camino
ALAS NUEVAS 05
AMOR TRIUNFADOR
Y sé que el hombre es triste porque sabe que muere.
La tristeza más honda nos viene de ese mal.
El dolor es la viva presencia espiritual
De la muerte.
El viejo Omar — arcano, y bellaco, y borracho, —
Gritaba por el vino olvidador, y fué
Un angustiado enorme del pensar de la muerte.
Que no hay vino que pueda con ese mal cruel.
Por eso la alegría tiene una esencia amarga,
Y nos deja el recuerdo que es como una venganza
Del dolor olvidado.
Pero el hombre que sabe su eternidad comprende
Que hay una fuerza trágica, vital y triunfadora :
Es el amor, hermanos, que en nosotros se prende,
Y resiste a la muerte con su raíz sonora.
06 PEDRO LEANDRO IPUCHE
( Amar
No es olvidar
La muerte.
Es vencerla de muerte ).
ALAS NUEVAS 97
ALEGRÍA
Para mí sólo es hombre quien vence su dolor ;
El que levanta el alma y grita a sus entrañas :
— I Afuera la amargura, las congojas y el tedio,
Y que se abra la dulce fuerza de las mañanas I
No hay que decir: — Yo soy un estoico, y convierto.
Empedrando mi bilis, mi dolor en cantar :
Hay que arrancar la inútil quietud de la tristeza,
Y ver de ser alegre hasta saltar.
La alegría es afluente, y su esmalte de júbilo
Es la viva surgencia de la sangre más honda.
Cuando se va la ingenua facilidad del niño.
La alegría nos cuesta, porque ya no es redonda.
Todos asperizados por la conciencia trágica,
La alegría se esconde, se refugia, se pierde ;
Pero creedme que anda buscando una salida,
Y en la sangre nos muerde.
í» PEDRO LEANDRO IPUCHE
No es alegría un fácil oscilar, ni una risa
Pasando por la boca en rápida soltura.
La alegría es el ritmo profundo de la sangre
Que hacer decir al hombre : — Es mía la ternura.
Es mía la canción, es mío el caminar.
El abrir toda fruta, quemarme en loda estrella.
Sacudir a los hombres y dar llama
A un hogar»
Es mía esta mi vida que anda y se derrama ;
Mi vida que es de todos porque se sabe dar 1
ALAS NUEVAS W
Y VINE
Montevideo.
Tú me visle llegar
Desde mi río
Hasta tu río
Grande y golpeado como un mar.
Yo traía la antigua fragancia de las selvas
Perdidas de mi Olimar.
Tu río estaba trémulo de mástiles alzados
Que sólo conocía por las queridas láminas
De mi libro escolar.
Yo traía mi alma lugareña
Clara, nueva, medrosa ;
Y la soltura alegre del camino.
Y el arranque del viento y la salud del día
Por mis campos fuertes y mi serranía.
100 PEDRO LEANDRO IPUCHE
Traía la embriaguez oscura de las noches,
Y la gaucha pasión de los fogones,
Y la inquietud sonora de las aguas
Entre el tajo violento de mis brazos, nadando.
Traía algo de pájaro.
Y de ternero y de potrillo ;
De la inocencia húmeda del árbol,
Y de la limpieza fragante del aire
Por mis islas oscuras.
Así me viste entrar. Montevideo,
Por tus calles cerradas y medidas
Y tus casas erguidas.
Sano y miedoso
Y alucinado:
Con la sangre limpia de mi adolescencia,
Y un anuncio de triunfo en mi costado.
ALAS NUEVAS 101
EL DESARROLLO
Tenía dieciocho años cuando empecé a amargarme ;
Cuando en un tren, de noche, me asaltó la tristeza.
1 Qué hondo y agrio fué aquello que vino a transhombrarme,
Y a prenderme la angustia tenaz en la cabeza I
~ Eso es el desarrollo, muchacho, que ya empieza —
Una tía muy vieja decía al consolarme.
... Y era un afinamiento de mi naturaleza.
Tuve un miedo nervioso. Y lloré hasta alarmarme.
— ¿ Eso es el desarrollo ? . . . No sé, porque es de adentro
Que viene esta congoja, así, como del centro
Del alma sublevada y enojada conmigo. —
. . . De ese día me he puesto íntimo y preocupado,
Y ya no vivo afuera, ni soy el alocado
Que no vio el sacrificio en la vara del trigo.
\m PUDRO LEANDRO IPUCHE
LA SERENATA
(De mi pueblo).
Dos guitarras hermanas envolvieron, sonoras,
Las rejas perfumadas de la casa querida,
Y una voz fresca y larga, por las primeras horas
De aquella madrugada, sortilegio la vida.
Despertar en la seda diáfana de aquel canto
Es estar sobre el mundo como en una mudanza
De la vida y el alma ; es vivir el encanto
De la estrella y el aire y la luna que danza.
La novia, embebecida, oye el dedicatorio ;
— Muchas gracias — modula desde su dormitorio;
Y al sentir las pisadas despacias de la ronda.
Piensa en aquel altivo guitarrero que a veces
La mira, amartelando todas sus altiveces,
Y que alza como un beso su guitarra redonda I
ALAS NUEVAS 103
¿CÓMO FUÉ?
( Con Parra drl Riego ).
¿ Cómo fué aquel encuentro que removió mi vida ?
¿Cómo nos estrechamos tan hondo en el abrazo?
¿Quién te trajo a mi mesa, largamente tendida.
Donde el pan es humano y el vino es como un lazo ?
Un ritmo íntimo y fuerte nos acercó aquel día :
(El ritmo intencionado, diría a mi manera).
Yo precisaba el golpe de una mano en la mía
Que me tocase el alma para que se vertiera.
Y nos entrelazamos como dos impacientes:
Como dos exorantes que por pueblos y gentes
Iban buscando el hombre gemelo, su alma par.
¿Cómo nos encontramos? ¿Cómo viniste, hermano?
Hace tan poco tiempo . . . parece tan lejano ! . . .
(Y nuestra 9mi$tad lírica, ¿no será yn avatar?)
104 PEDRO LEANDRO IPUCHE
VENGA UN ABRAZO
Un abrazo que apriete hasta la sangre, hermano :
Vengo de ver las sierras más largas y más duras :
Vengo de ver la sombra más seria por el llano,
Y de hundirme en las aguas más hondas, más oscuras.
Un abrazo que anude como raigón serrano;
Traigo todas mis sierras vivas en las honduras
De mis entrañas fuertes, trémulas de frescuras,
Donde la luz solana pone un roce de mano.
Quiero hacer consanguíneo este alegrón contigo :
Repartir mi tesoro, como un prodigio amigo.
Junto a la mesa antigua, bajo el árbol casero.
Yo te hablaré de espinas, de piedras y chilcales,
Y harás de tus oídos hilos sentimentales
Donde se prenda el júbilo sonoro del viajero.
ALAS NUEVAS 105
POR FIN
¿Cómo no he de cantar si siento en las entrañas
Un salto de energías y un caudal de frescura?
¿ Si siento en la garganta pulsaciones extrañas,
Y en la raíz del alma como una encordadura ?
Árbol que alzas la inquieta fuerza de tus marañas
Como tu sangre larga y tu airón de verdura,
Se levantan mis tercos egoísmos de hazañas
Desde la tierra roja de mi vida madura.
Ya he dado con el ritmo humano de mis cosas,
Con la palabra mía, mis venas harmoniosas,
Y estoy en labrantío como recia heredad ;
Ya están mis manos duras para alzar mi bandera,
Y el alma aleteadora para esta primavera
Que ha cimbrado mis músculos de fresca agilidad.
106 PEDRO LEANDRO IPUCHE
OÍRSE. ..
{AI leer un libro fresco )
Y ¿quién pudo decir que nos llegara un día
Una voz absoluta de pasión y lirismo
Que no fuera un contagio del libro de hoja fría,
— Sugestionando el numen primario de uno mismo?
Desde que nace el hombre lleva un hondo vigía
Que vive en sus entrañas como en creador abismo ;
Algunos lo emparedan con una librería,
Y otros bajan hasta él con sangriento egoísmo.
I Hay que oírse I I Hay que hallarse! I Hay que sacarse afuera
Cada cual es su dueño, su campo, su cantera,
Y el poeta es divino porque en su sangre crea.
Todo lo que nos viene del aire es sugerencia.
Despertadores, formas. | Lo nuestro es la latencia
Que nos remueve, y salta en línea, son, o idea!
ALAS NUEVAS 107
NUESTRA HOMBRÍA
De todas las angustias que ataron mi garganta,
Y pusieron mi ánimo oscilante y amargo,
He sacado la fuerza de una certeza santa
Que ha traído a mi sangre como un tónico largo.
¡ Hay que tener coraje para vivir, amigos !
. . . Los que tienen los nervios finos y musicales
Para todas las cosas, están como los trigos.
Madurando de víctimas en sus tierras cordiales.
El que toca con dedos de amor sus emociones ;
El que arranca de adentro sus vivas floraciones :
El que todo lo dice por los demás hermanos,
Tiene que ser más hombre que los demás por eso
Porque todo lo siente, como beso con beso,
En su pálida psiquis que ando entre los humíínos.
108 PEDRO LEANDRO IPUCHE
LA NOCHE
Noche abierta de estrellas y cerrada de honduras :
Tengo catorce versos también para cantarte ;
Tú eres el arco serio de mis sienes maduras,
Y tu sal negra afirma la raíz de mi arte.
Noche dura de estrellas y toda pedrería.
Aunque te sobran ojos, eres la ciega eterna.
A las veces te siento tan lejana y tan fría,
Y a deshora me rozas con tu seda materna.
Noche impoluta y trágica, noche bíblica y fuerte :
Noche alucinadora, cómplice de la muerte ;
Madre antigua del día lívido que despunta:
El hombre te bordea porque te tiene miedo.
Porque hasta tí no llega la ansiedad de su dedo,
Y — angustiado — te raya de luz, de punta a punta
ÍNDICE
Página
Primera parte 5
Los carreros 7
Los pofros 13
El cantor ciego 14
Las sortijas 15
Mi baño 17
La penca 18
El viraró 19
El árbol solo 20
La majada 21
El río 22
Las lavanderas 23
El corderito serrano 26
Lluvia de seca 34
El lazo 37
A mi Río 40
Las cinacinas 44
Las vacas 47
Las pitangas 46
Tragedia dulce 51
Segunda parte 53
¿ Para qué ? 55
i 10 PEDRO LEANDRO IPUCHÉ
Página
Héroes 57
Por la noche 58
La madrecita 61
Despertador 64
La selva sin pájaros. 65
La vocación fatal 68
Tener 70
Los árboles 73
Naranjas » . 76
Las plazas 7Q
Agua y raíz I 83
Como una vida 84
De los niños 85
Dos momenfitos ' 86
Ritmo y hora 88
Vida, vida 90
Luna 92
Asunto, etc 93
Amor triunfador 95
Alegría 97
Y vine 99
El desarrollo * 101
La serenata 102
¿ Cómo fué ? 103
¡ Venga un abrazo ! 104
¡ Por fin ! 105
Oírse 106
Nuestra hombría 1 07
La noche 1 08
"LUOYI LITERyík"
USIHA } Cia.
II de Julio. 950 - Monteyideo
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PQ
8519
i6a7
Ipuche, Pedro Leandro
Alas nuevas